martes, 29 de enero de 2013

LA BELLA MANDARINA

¿A que no sabéis por qué las mandarinas se llaman así? Pues nosotros lo hemos descubierto hoy a través de un precioso cuento: La Bella Mandarina. ¿Queréis saber su historia?

      Había una vez, en la vieja China de los mandarines, un gran señor rico y poderoso. ¡Era el Mandarin! Vivía en lo alto de una montaña en su palacio de bambú y desde allí veía todas sus tierras.

     El Mandarín era grande y gordo, igual que su corazón: en él cabían todos los seres. Su esposa la mandarina era muy diferente: pequeña y hermosa, pero en su corazón sólo había sitio para ella.

     El Mandarin quería mucho a su esposa y no veía lo pequeño que era su corazón, deslumbrado por su hermosa cara. Todas las tardes, paseaban por el huerto que rodeaba el palacio, lleno de naranjos, y cogían las naranjas más bonitas para merendar.

     Una mañana, estaba la bella Mandarina paseando sola entre los árboles, cuando vio, junto a una tapia, a un mendigo que la miraba. (Pero no era un mendigo: era un mago disfrazado, que había oído hablar de la Mandarina y quería comprobar si era verdad lo que se decía).

     Sin acercarse mucho, ella le dijo:

-¡Vete de mi jardín, o llamaré al Mandarin para que te eche!

-Bella Mandarina, tengo sed. Dame una de tus naranjas, por favor- le suplico el mendigo.

-¡Ni hablar! Mis naranjas son muy hermosas y tú sólo eres un viejo feo y sucio- contestó la Mandarina.

El mendigo le insistió: - Tu tienes muchas y sólo te pido una, aunque sea la más pequeña. Pero la Mandarina se negó y empezó a llamar a gritos al Mandarín.

Entonces, el mendigo se transformó en mago y, con su varita mágica sen la mano, le dijo:

- Para que aprendas a ser generosa, te convertiré en árbol y darás sabrosos frutos a cuantos pasen por el camino. Tu corazón se hará más grande y todos te querrán. Y la convirtió en un árbol pequeño lleno de naranjitas.

     Cuando llegó el Mandarín, no encontraba a su esposa, la Bella Mandarina. Y pasó horas buscándola entre los árboles. Al caer la tarde, cansado y triste, encontró el nuevo árbol y pensó: “¿Qué hace este arbolito entre mis naranjos? ¿Y por qué sus naranjas son tan pequeñitas?

     Cogió una fruta, la probó y su sabor dulce le recordó a su esposa. Desde entonces, cada tarde, paseaba hasta el arbolito, siempre cargado de frutas, y merendaba una de ellas, a las que llamó mandarinas en honor a su esposa, la bella Mandarina.

¡Y, aunque no os lo creáis, esto no es un cuento chino!

Estas son algunas de nuestras impresiones sobre el cuento









     ¡Bueno, bueno! ¡el cuento nos ha encantado a todos! ¿Y a que no sabéis otra cosa? en clase ha aparecido un saquito lleno de mandarinas del árbol de la Bella Mandarina. Las hemos olido, mondado, probado, saboreado....mmmmmmmmmmm -¡es verdad que son dulces como la Mandarina!-dice Lidia, -Le voy a decir a mi madre que me compre todos los días- dice Andrea García.  Jajajajajaj. Hoy ha sido un día muy bonito. Nada como vivenciar y sentir algo para que un momento de tu vida no se te olvide nunca. 









MMMMMMMMMMMM bueníiiiiiiiiiiiiiiiisimas!!!!! Pero al final el suelo se ha quedado lleno de cáscaras de mandarinas. ¿Sabéis lo que hemos hecho con ellas? Pues recogerlas y no tirarlas. Nos daba un poco de pena tirar algo que pudiera ser de la bella mandarina, así que las hemos guardado y puesto en una bandeja y las utilizamos como ambientador para la clase. 





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